Contengo la respiración para pronunciar tu nombre,
que como tambor retumba en las cavidades de mi pensamiento.
Antepongo los dolores y sinsabores de la vida,
ante el calor de tu mirada,
el sabor de tus caderas,
la naturalidad de tus labios.
Eres linda, preciosa, cándida y gloriosa,
con un cuello de cisne,
con unas manos de diosa.
Contemplo la verdad escrita en las runas de tus manos,
despierto en soledad al saber que tu cuerpo no yace a mi lado.
Estás ahí en los confines de mi vida
y en los afines de mi mirada.
Estas aquí entre mis sabanas,
junto a mi almohada,
contemplando el paisaje desde la ventana.
Y yo aquí,
con mis letras,
con mi ilusión,
con mí sazonada inscripción.
No soy tanto como para tenerte,
Pero si lo suficiente para amarte,
Para desearte,
y hasta enamorarme.
Para convertirme en ese que esperas junto al desierto.
Volveré como siempre he vuelto.
Te besaré como siempre hemos querido
y me quedaré hasta que el tiempo y los hechos lo dispongan,
más no el destino.
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