6/12/2007

Ensayo Y Error

El enemigo surge por entre los arrabales de la conciencia
y nos embarca en una búsqueda frenética de una verdad insoluble,
confrontándonos con todo lo que se parece a esta verdad potentada en tiempo y espacio.

De acuerdo con los pasos instaurados en el mecanismo evolutivo de los dogmas,
aparecen por doquier los oradores de la fe que proclaman la buena nueva.

El cuestionamiento constante e imperecedero,
nos atrapa en una coyuntura impalpable donde la razón no pierde su valor,
sino que se desdobla a voluntad de los hechos vistos desde perspectivas abstractas de una realidad subjetiva.

El perdón y la culpa van de la mano,
en una acción simbiótica:
con la carencia de uno, pierde todo valor el otro.

El individuo como ente, más no como ser,
es destruido por las reglas impuestas de una sociedad ficticia,
que, disfrazada de política o religión, suprime toda acción o libertad de pensamiento.

Somos esclavos de cuanto deseamos,
indiferentes a todo cuanto nos rodea,
cómplices de todos los crímenes que se comenten en nombre de una religión,
postura política
o condición social.

La palabra pueblo, destruida y deformada por el desatado movimiento pop,
nos mueve y nos exige que se deseche
y sea llevada a nuevos términos que simplifiquen y hasta dignifiquen al colectivo.
El advenimiento de todo nuevo movimiento o tendencia,
tiene por condición y regla ser estudiado,
discutido y evaluado,
sin intereses mezquinos,
sólo con sentido común o percepción comunal.

Sufrimos de la pesadilla colectiva,
concretamente de la pesadilla de la vida,
donde el destino esta escrito y los sentimientos un proscrito.

Sintiendo lo que se siente,
en los confines de un pensamiento fragmentario y libre de toda culpa, de todo mal,
es posible concebir una perfección de la vida más real, más pura,
donde las necesidades de un colectivo sean las propias de el y no de las de una esfera

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